jueves, 10 de febrero de 2011

A veces.

A veces fabricas pequeñas bolitas de chocolate para otras personas durante mucho tiempo, y no pasa nada, todo está bien. Fabricas miles y llenas la balanza desequilibrándola escalabrosamente hacia el lado del bien y de lo bonito.

Otras veces no…

A veces estas bolitas son tan pequeñas que las podrías comer con una facilidad absoluta, como si fuesen bolitas de caviar, las tragas sin deparar en su existencia.

Otras veces no, y eso está bien.

Pero a veces parece que por muy grande que puedan ser cualquiera de estas bolitas de chocolate, incluso tan pesadas como para subir el lado del mal y de lo feo hasta lo más alto, nunca podrá superar en masa a una bola fea, que también fabricas tú.

Otras veces no… creo.


A veces me da la impresión de que las bolas feas y a la vez pequeñas son cada vez menos frecuentes, o de que uno no se puede agachar a recoger del suelo aquellas bolitas de chocolate (a ellas o a lo que sea que pueda haber quedado de ellas, pues siempre puede quedar algo si se quiere) de las que parecen caviar que se cayeron por culpa de esa bola fea que superaba en masa a las anteriores y que fueron tan bienintencionadamente fabricadas, y volverlas a colocar.

Otras veces no… (por seguir con la estética del texto)

A veces parece que las bolas feas no están colocadas sin más, sino pegadas con un fuerte pegamento en el plato de la balanza, que ni Sansón con la melena de Rapunzel podría apartar.

Pero… si se quiere se puede, ¿no?

En fin, que el rencor no es bueno, y que cada uno elija lo que prefiera recordar, bueno o malo (siempre será mejor que una mente sin recuerdos). Pero luego toca ser consecuentes con los actos, y, en el caso de equivocarse, cruzar los dedos para que cuando intentes enmendarlo (si es que lo intentas) la otra persona no cometa también tu mismo error (si es que lo comete, y si es que su elección es realmente un error), y pierdas una balanza.

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