¿Tiene
algo que ver todo esto con el hecho de haber abandonado los tres Sé lo
que hicisteis? ¿Sucedió algo que precipitase vuestra salida del
programa?
Ángel Martín:
No, en mi caso fue la sensación de estar haciendo lo mismo durante cinco
años y que el programa ya estaba en una fase donde podías participar
muy poco. Llega un momento en el que, cuando has comentado por décima
vez que Matías Prats se ha trabado un poquito, deja de
tener sentido. Dejó de ser divertido. Yo tuve un poco más de suerte que
ellos porque empecé en un momento en el que el programa empezaba. La
Sexta empezaba. Había una libertad muy salvaje. Durante algún tiempo
viví algo que no era la tele. Era otra cosa, con otras reglas. Y poco a
poco se fue convirtiendo en televisión. Creativamente, me parecía muy
poco interesante. Tenías que decidir, después de cinco años, si querías
hacer lo que decían unos señores o si cambiabas de aires y te ibas a
investigar en otro sitio. En mi caso, fue por aburrimiento. No me
divertía, y como cómico, si no te diviertes, no tiene mucho sentido.
Alberto Casado: En
mi caso, más que por aburrimiento fue porque cambió el programa de un
año para otro. Básicamente llegué un día y me dijeron que no contaban
conmigo como imagen para el programa. Yo llevaba cuatro años haciendo
sketches, presentando, etc. Y un día me dijeron que no iba a salir más.
Que la gente que decidía no quería que saliese en pantalla.
¿Pero hubo un cambio de directiva? ¿A qué se debió ese nuevo rumbo que todos apreciamos?
A.M: Hubo un cambio de dirección…
A.C:
Fue un cambio en la filosofía del programa. La dirección ya había
cambiado a los tres años, pero no fue ese el problema. De un año para
otro, después de Navidades, cuando llegamos nos dijeron que todo iba a
ser distinto, que habría otra filosofía. Y a mí, además, me dijeron que
no iba a salir más. Y me sentó bastante mal, porque me parecía injusto.
Estuve unos quince días de guionista y al final lo dejé. Era un trabajo
seguro, pero estaba cabreado por esa decisión. Simplemente, no me
pareció bien y me di quince días para irme.
Rober Bodegas: Yo
ya había perdido protagonismo como cara del programa antes de esto,
pero participaba como guionista en el guión de Ángel y al irse él dejé
de tener motivaciones. Además, la nueva propuesta de escritura no era
comedia. Un día llegó un jefe y dijo “esto ya no va a ser un programa de
humor, va a ser un magacín”. Y si eres humorista no escribes magacines.
De hecho, os fuisteis y el programa cambió radicalmente.
A.M: Ya
estaba cambiando. Mi sensación es que se estaba intentando cambiar y
algunos estábamos peleando desde dentro para que no cambiara. Y eso
impedía de alguna manera que el programa evolucionara en otra dirección.
Al final no sabes si es mejor o es peor, pero algunos estábamos
empeñados en que fuese un programa de comedia. Y llega un momento en el
que decides.
R.B: Te
retenían con promesas. Les decías que se había hablado de hacer comedia
pero no se hacía comedia y te contestaban “venga, tienes razón, no te
enfades, vamos a hacer comedia”. Pero la hacías al día siguiente y al
siguiente ya no.
¿Creéis que el programa murió por el cambio de formato?
A.M:
No, el programa murió por la cantidad de tiempo que llevaba y porque se
perdió el norte. Llegó un momento en que nadie sabía de qué iba ese
programa. Todo el mundo empezó a dar palos de ciego, todo el mundo
empezó a tomar decisiones, y nadie sabía realmente de qué iba aquello.
A.C:
Aparte de ese momento en el que se tomó la decisión de dar un giro, el
programa ya llevaba más de un año cambiando poco a poco. Ya se habían
tomado pequeñas decisiones. Desde fuera, si veías el programa a lo mejor
te echabas unas risas, pero desde dentro ibas notando el cambio. Y de
repente se impuso el nuevo rumbo y ya se notó más.
R.B: Fueron demasiadas cosas. El último año todo adquirió cierto aire de grandeza con el plató aquel, la escalera…
A.M: Todo era excesivamente grande, sí.
R.B: Pasó de querer ser una cosa que molaba porque era modesta, a querer ser el gran show que no era.
A.M: Se pasó de jugar a ser lamentables a pretender jugar a ser guays.
A.C: Es
lo que hablábamos antes. Aquí, en España, llega un momento en el que
alguien te dice “oye, que tú molas, que tú no puedes hacer esto porque
tú molas”. Y en ese programa pasó eso. Un día llegó alguien que dijo
“vosotros moláis, vosotros tenéis que ser la polla”. Y eso no nos vino
nada bien.
R.B:
Hubo una directriz que consistía en que no podíamos reírnos de la cadena
ni de nosotros mismos. Y eso, como humorista, es una mierda. Reírte de
ti mismo es lo que te legitima para reírte de los demás. Yo empiezo mi
show diciendo que estoy gordo, y a partir de ahí puedo hacer las bromas
de gordos que yo quiera.
Quizá esto sucediese así porque Sé lo que hicisteis era el programa de referencia de La Sexta, salvando el deporte.
A.M: Sí, estaban El Intermedio, Buenafuente y nosotros.
¿Y
no os daba la impresión de que estabais manteniendo una batalla
titánica con el mundo del corazón cuando quizá en la calle nunca llegó a
existir un interés por ese mundo en la forma en que vosotros creíais
que existía?
A.C: Estoy de acuerdo.
R.B: Siguiente pregunta (risas).
Confieso que a veces yo veía el programa y pensaba “no tengo ni idea de lo que me están hablando”.
A.M: Es que daba igual de lo que te estuviesen hablando. Sé lo que hicisteis
consiguió hacer una cosa que muy pocos programas han conseguido, y es
verdad aunque suene a tópico. Los que estábamos allí haciéndolo éramos
muy colegas, y el lenguaje que usábamos era un lenguaje que no es el
habitual en la tele. Hablabas como en la calle. Llegabas y decías: “Es
lunes, vaya puta mierda venir a trabajar”. Y tú estabas en casa y
pensabas “¿ha dicho ‘vaya puta mierda venir a trabajar?’”.
R.B: Se
producía un cierto vínculo de identificación o familiaridad. Nunca se
menciona cuando se habla del programa, pero era algo que te hacía
conectar. La gente se daba cuenta de que éramos unos tíos que hablaban
como ellos y que cuando veíamos esas cosas pensábamos que eran una
mierda, como ellos. Lo del corazón tuvo sentido cuando empezó Sé lo que hicisteis, porque entonces en la parrilla había hasta diez programas de corazón. Pero al final, el único que quedaba era Sálvame y aquello perdió sentido.
A.C: Y
porque, aunque hables de corazón, si pones unas imágenes de un programa,
criticas a un periodista, y el que está en su casa ve las imágenes, se
indigna y escucha tu crítica, le va a parecer muy bien, porque… menuda
gentuza. Pero cuando ya no puedes poner eso y terminas tú hablando de
corazón, y encima no te dejan poner las imágenes, te das cuenta de que a
la gente que te está viendo, realmente se la suda.
[Por sentencia judicial, se prohibió a La Sexta usar imágenes de Telecinco en septiembre de 2008, N. del R.]
R.B:
Hubo un momento en que fue interesante explicar las trampas de esos
programas porque había gente que no las conocía, pero los mecanismos
siempre son los mismos y deja de tener sentido explicarlos una y otra
vez. Ya sabes cómo funciona un montaje. Sabes cómo funciona una
exclusiva. Explicarlo cada vez se hacía cansino…