Una
noche cualquiera, antes del 15 de junio, estaba yo paseando por la televisión y
me tropecé con una zancadilla de laSexta3. Vi a una pareja en un barco,
hablando sobre un tema que no recuerdo, y sentí algo que no sé explicar. Una
extraña fuerza me llamó a tener que ver esa película, y a apagar inmediatamente
el televisor para no destriparme nada.
Cogí
el paracaídas de mi armario y me tiré al vacío del mundo de la red, con el fin
de encontrar el título de la película y rezar porque las ministras censuradoras
de cultura no se hubiesen entrometido talando los árboles que llevaban a la
cima del cine gratuito de mi habitación. La película que se estaba emitiendo se
llamaba “Antes del atardecer”, y el principio de su sinopsis hacía referencia a
una película anterior, “Antes del amanecer”. Cerré pues todo rastro de la
secuela (insisto en que algo extraño me decía que no podía tener ningún tipo de
spoiler, e intuí que si seguía leyendo me revelaría algo de la primera parte),
y me centré en lo justo que debía saber de “Antes del amanecer”: era una
película de 1995, con una nota alta según filmaffinity (7’4, y 7’2 la segunda
parte), cine independiente, y con un argumento aparentemente simple como el
hecho de que un americano está de
interrail por Europa, en uno de los trenes conoce a una francesa, y juntos
deciden cometer la locura de bajarse en Viena, sin apenas dinero, para pasar un
solo día de sus vidas juntos hablando, antes de retomar cada uno sus
respectivos caminos. Sí, hablando.
Tenía
que verla. Sabía que iba a convertirse en una de mis películas favoritas, y
quizás también le cogería algo de aprecio, aunque no mucho, a su segunda parte.
Me descargué ambas.
(Play antes de seguir leyendo)
(Play antes de seguir leyendo)
Traté de ponerme a verla en numerosas ocasiones, y esto es real. Una vez llegué incluso a apagar las luces innecesarias y a darle al play, pero siempre había algo que me lo impedía. Una repentina necesidad de dormir 10 horas, un efusivo deseo de ver repeticiones de “Aquí no hay quien viva”, una imprevista conversación que se alargaba hasta horas intempestivas… y así pasaron los días y las semanas, con la sensación de llevar una carga de la que tenía que desprenderme, pero que aún no era el momento.
Entonces
llegó el 15 de junio.
Ese
día estudié más que nunca, hasta el punto de saturarme tanto que por la tarde
tuve que salir a pasear escuchando música, y al volver a casa, cansado, supe
que había llegado el momento. Ahora sí, hoy no habría nada con más prioridad,
había más silencio que de costumbre, un tiempo ideal para ver una película que
requiriese mucha atención y concentración.
Y
vi “Antes del amanecer”. Admito que alguna vez (más de una) tuve que darle a
retroceder unos segundos, bien porque no capté del todo el mensaje del momento,
bien porque lo capté y me gustó tanto que tuve que repetirlo. Al acabar, un
silencio que solo dejaba sonar los latidos de mi corazón, de una forma un tanto
más armoniosa y agradable que los descritos en “El corazón delator” de Edgar
Allan Poe.
Fue
un déjà-vu, pero esta vez sin saber premeditadamente que necesitaba saber más,
valga la redundancia. Misma sensación, pero si se me permite decirlo con mayor
madurez, que tras acabar “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos”.
No
hay que tomar decisiones a la ligera, ni decir burradas de las que luego puedas
arrepentirte… por eso he dejado que pase tiempo para escribir esto. Por eso,
aunque me moría de ganas por ver la secuela, esperé. Primero porque mi tiempo pedía
engrandecerse, y segundo porque entre una película y otra hay 9 años de
diferencia, tanto en la realidad como en la trama. Qué menos que dejar pasar
una semanita para continuar la historia de Jesse y Céline. Y sí, se repitió la
sensación, otro enorme déjà-vu al acabarla.
En
efecto, tras dejar que el tiempo, que mi tiempo juegue con su cronología a su
antojo hasta el extremo de ser capaz de crear un poema a partir de sorber un
simple batido (yo me entiendo), he de decir que hoy por hoy, aquí a mi
alrededor y al de nadie más, “Antes del amanecer” (y “Antes del atardecer”, la
historia en general) es la mejor película del mundo.
¿Por
qué es la mejor película del mundo? Por cómo cuenta lo que cuenta, y en sí por
lo que cuenta. Es la película (las películas) que a mí me hubiese gustado escribir,
tal cual, sin cambiar una sola coma. No voy a esforzarme en vender la moto a
nadie ni explicaré con detalle, como hice con la traducción de “Eternal
sunshine of the spotless mind” o con la ausencia de la vis cómica de las muecas
de Jim Carrey en la misma, que no es una historia de amor convencional hecha para
vender (aquí nadie tiene ganas de nadie a tres metros sobre el cielo),
simplemente afirmaré mi verdad de hoy y de mañana por la mañana, que esto es
CINE.
¿Y
por qué ha superado en mi particular ranking a “Eterno resplandor de una mente
sin recuerdos”? Esto quizás es más complejo de entender y de explicar. Por
supuesto que la calidad de mi ex película favorita es inamovible e
irreversible, y así será hasta que yo deje de existir, pero… pues sí, es difícil
de explicar. Es simplemente dejarte llevar más por la cabeza que por los
sentimientos; por ejemplo una madre siempre dirá que su hijo troll es más guapo
que cualquiera, un nostálgico siempre afirmará que algo de su época es mejor
que lo actual aunque sepa en realidad que eso no es así… etc, etc, etc. Pues yo, en este
caso, y a partir de ahora creo que en todo o eso intentaré (es una de las cosas
que me han enseñado estas dos películas, aunque ya mi savia me venía fluyendo
algo), he sabido admitir en mi mundo la evidencia. Y, en este caso, la hago
pública a los demás mundos (esto no lo haré con todo, sería una locura). Dejo
atrás el cariño y la nostalgia, los sentimientos irracionales, y admito que las
“Antes del…” me han llenado más, y que son mejores.
Me pregunto qué pensaría Clementine de mí si leyera esto…
PD: Creo que el destino existe, al menos a veces. He hablado de esa extraña fuerza que no me dejó ver la película hasta el 15 de junio… pues bien, tras ver a la semana siguiente la segunda parte, me quedé con ganas de más. Tal fue el caso, que en un alarde de originalidad busqué información sobre una hipotética “Antes del anochecer”, y me encontré con unas declaraciones del actor protagonista con fecha del 15 de junio diciendo que en 2013 estrenarían la tercera parte. Es más, se va a hacer así porque han pasado otros 9 años desde la última. Dicho de forma más clara, he llegado a una película de 1995 el mismo día en el que se ha confirmado, 17 años después de su estreno, que habrá una tercera (y por cuestiones de títulos quizás sea la última) entrega. Quién sabe si de otro modo me habría enterado.