Otra habitación, otro entorno, y otro olor. Es respirar profundamente y reconocer todo lo soñado, sumergirte en ello mientras inspiras, y no abandonarlo mientras pierdes el aire. Así sucesivamente durante unos efímeros instantes.
Se van, los sueños se van y se van, pero adiós es la palabra más dulce cuando estás seguro del regreso. Y cuando no, se endulza, se toma cualquier tipo de edulcorante inexistente, y se endulza la vida.
Amanece, el cielo está rojizo, se fluye bien. Ver amanecer desde otra ventana, ceder al peso de los párpados, y volver a soñar.