viernes, 5 de octubre de 2012

Árbol que añora.

Añoro la inocencia,
la falta de tecnología,
cuando una flor valía
y no había carencia.

Añoro ver el deshojar,
sentir que valgo, por utilidad,
el uso de mis hojas,
una dice no, otra dice sí,
la última decide con su fin.

Ya no vivo así, la ciudad cambió
todo lo justifica una aplicación,
espectáculo virtual
reflotación del mal,
el mundo enfermó.

Añoro sus abrazos, sus ternuras,
sus voces al contar hasta diez
sus amigos ocultos en mis hermanos
y la dura búsqueda sin mapas,
con rimas creadas en la vejez.

Hoy solo tatúan sus nombres,
a sangre, fuego, a pares, nones
para ser recordados en la madera
y mañana olvidados en mis laderas.

Pasamos de inocencia a arrogancia,
de aurora boreal a caracteres,
de recitales con retales a blogs artificiales
y de personas con utilidad a árboles,
otros árboles, sin deshojes, sin sien,
sin cabeza que lleguen a entender,
sin poemas para su vejez.