domingo, 27 de marzo de 2011

Recopilando estrellas.

Si pudiera coger un tren, ¿a dónde iría?


Todo empezó con esa pregunta resonando en mi interior, repitiéndose hasta caer dormida a cada anochecer.


Cada mañana me preparaba para un nuevo periodo de 24 horas, con un leve recuerdo representado por la imagen de un tren echando humo. Era optimista, pues pensaba que, en caso de cumplirse, ahora quedaba menos tiempo que desde la última vez que me lo planteé. 

No me faltaba razón. Si cogiese un tren, si pudiera hacerlo, cada vez faltaba menos para ello.

...

Próxima parada en 20 minutos”. Por naturaleza cuando te despiertas esperas estar de manera horizontal, y si no lo estás y además te despiertas en un continuo traqueteo, intentas reincorporarte lo más rápido posible. Es como un instinto testarudo: “o estoy tumbado en condiciones, o no duermo si tengo fuerzas para evitarlo“.

No estaba soñando, no era un deseo. Regresaba ya, y por las ventanas había verdes campos con caballos al cuidado de, al menos visiblemente, nadie.

Me reincorporé, soñoliento, añorando una cama o sofá cómodo, y bostezando. Cuando llegase a… a mi casa, me lavaría la cara y me quitaría las legañas. 

Y de verdad os digo una cosa, si algo puede joder el regreso de tu viaje con ese enorme paisaje para disfrutar, para alegrarte la vista, es que haya dos personas, y solo dos personas mientras el resto está callado pensando en sus cosas, hablando sin parar. Y cuando digo sin parar es sin parar. El regreso, y sobretodo el final del trayecto, es para estar callado, pensando en el viaje, intentando no pensar en la vuelta a la rutina.

(Nota para mí mismo: mi regreso puede ser la ida de otros)


Entonces, cuando una de esas personas sacó unos papeles y una tarjeta de crédito, para evitar sacar de mí mi lado de ladrón estafador por pegar demasiado el oído o la vista hacia esos documentos, cogí y me levanté.

No sería lo mismo que cualquier bar nocturno, pero a caballo regalado (bueno, regalado no porque iba a tener que pagar)… así que fui al bar del tren, a sentarme solo a beber algo, como un borracho que no era capaz de andar hasta llegar a su portal y subir las escaleras, o como alguien deprimido que quiere usar el alcohol como artilleria pesada para que empuje los malos recuerdos del cerebro, construya un muro, y los deje encerrados.

...

No era el único que estaba en el bar. Entre la… llamémosla cariñosamente muchedumbre, estaba aquel rostro de mujer que tenía esos ojos tan brillantes, casi desconcertantes. En efecto, aquella del sueño del pozo [‘relato’ que no llegue a publicarne el blog, pero que si alguien lo quiere…].

- Una cerveza - pedí, y me senté a su lado.

CONTINUARÁ...(o no)


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Entrada dedicada a aquella sensación de mirar por la ventana cerrada en un día de lluvia, observar a las gotas resbalar por el quebradizo cristal, y querer encoger (cariño, ¡encógeme!) a diminuta escala, bucear dentro de una gota, la que sea, y caer, deslizarse por las rendijas con ella, por los ladrillos de… de tu casa, hasta la más profunda de las alcantarillas.

Va por ti, sensación.

Que más da si me orino en ese destino para el que he nacido...

viernes, 25 de marzo de 2011

No me olvido.

No me olvido que tengo un blog, y menos en esta semana... pero las circunstancias son las circunstancias. Me prometo a mí mismo actualizar este fin de semana.