Anoche lo volví a hacer,
cogí la pluma y la dinamita
para volver a cruzar el umbral
de los que solos se marchitan.
De repente me vi,
entre la espada y la pared,
entre la silla y la guitarra,
y ante un papel que ensuciaré.
He prometido no hacerlo,
no escribir siempre tan triste,
pero recuerdo cada una de las ostias que me diste.
Y que si para ser feliz el pensar sale tan caro,
prefiero quedarme así y que me llamen bicho raro.
Pero siempre lo mancho todo de negro
y solo sé evitarlo envenenando a mi cerebro.
Pero siempre lo mancho todo de negro
y solo sé evitarlo envenenando a mi cerebro.
He aprendido de las calles,
y aprendí del desconsuelo,
que la vida es hija de puta
con los que van mirando al suelo.
Ojalá todo fuera distinto
y lo singular fuera primario.
Ojalá lo único normal fuera comer a diario.
Pero normales hay a patadas,
y a patadas van por la vida
los que nunca van a enterarse,
que el corazón también tiene heridas.
No le tengas miedo a casi nada,
mucho menos a la muerte,
solo teme que algún día
el alma deje de dolerte.
Y es que siempre lo mancho todo de negro
y solo sé evitarlo envenenando a mi cerebro.
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