Tengo
un pálpito grande de que debo apuntar esta fecha y hora exacta. O mejor aún, de
que debo no hacerlo.
Hoy
voy a continuar adelante, a pesar de que te regalé mi mayor promesa
prometiéndola delante de aquel espejo donde solo estabas tú, cerca y lejos,
mirándome y escuchándome, y a veces llorando.
Pero
hoy y ahora, fecha que tú pasado mío no podrás saber, he decidido que esa
promesa tenga caducidad. Se rompe pues el bucle que siempre pareció infinito,
porque siempre lo repetíamos por enésima primera vez, y siempre lo terminábamos
por enésima última vez.
Caducidad,
nunca mendacidad. Todo fue cierto en cada espejo, para cada uno y a través de
todos, de esa madriguera sin fin donde apenas veía mi principio, y donde nunca
quería mirar al verdadero final, pues solo caía y caía prometiendo verdades que
nadie se creía.
Todo
fue verdad, pues aprovechándonos de la vulgaridad de la redundancia, en mi
pasado lo más importante de mi vida era mi pasado.
No
es un ‘hasta luego’ ni un ‘hasta siempre’, es un “adiós”.
Desconfía
de esta carta todo lo que quieras, el tiempo es todo lo finito o interminable
que quieras, y lo desconcertantemente detallista que quieras legitimar, pero si
decides por fin creer y tomarte en serio la seriedad, piensa si una despedida y
un final van unívocamente de la mano.
De
ti depende, pero yo sigo andando dándote la espalda. Corre si quieres, o
quédate atrás. Porque los dos sabemos que si en el fondo de tu mirada y de tus
oídos yo fui tan importante como lo fuiste tú para mí, podrás desbloquear las
palabras que el juego del ahorcado te propone, pese a que las vocales tienen un
precio incontrovertiblemente ascendente, y podrás alcanzarme de nuevo.
C___Z_N _LM_ T_S___ L_NZ______
De
ti depende, pero yo ya no miro atrás y cada instante que transcurre estoy más
cerca del futuro.
Hola, presente.
¿Llegas
tarde? ¿Llegas tarde? ¿Llegas tarde?