martes, 6 de enero de 2015

Carta al Pasado.

Adiós,

Tengo un pálpito grande de que debo apuntar esta fecha y hora exacta. O mejor aún, de que debo no hacerlo.



Hoy voy a continuar adelante, a pesar de que te regalé mi mayor promesa prometiéndola delante de aquel espejo donde solo estabas tú, cerca y lejos, mirándome y escuchándome, y a veces llorando. 

Pero hoy y ahora, fecha que tú pasado mío no podrás saber, he decidido que esa promesa tenga caducidad. Se rompe pues el bucle que siempre pareció infinito, porque siempre lo repetíamos por enésima primera vez, y siempre lo terminábamos por enésima última vez.

Caducidad, nunca mendacidad. Todo fue cierto en cada espejo, para cada uno y a través de todos, de esa madriguera sin fin donde apenas veía mi principio, y donde nunca quería mirar al verdadero final, pues solo caía y caía prometiendo verdades que nadie se creía.

Todo fue verdad, pues aprovechándonos de la vulgaridad de la redundancia, en mi pasado lo más importante de mi vida era mi pasado.

No es un ‘hasta luego’ ni un ‘hasta siempre’, es un “adiós”.

Desconfía de esta carta todo lo que quieras, el tiempo es todo lo finito o interminable que quieras, y lo desconcertantemente detallista que quieras legitimar, pero si decides por fin creer y tomarte en serio la seriedad, piensa si una despedida y un final van unívocamente de la mano.

De ti depende, pero yo sigo andando dándote la espalda. Corre si quieres, o quédate atrás. Porque los dos sabemos que si en el fondo de tu mirada y de tus oídos yo fui tan importante como lo fuiste tú para mí, podrás desbloquear las palabras que el juego del ahorcado te propone, pese a que las vocales tienen un precio incontrovertiblemente ascendente, y podrás alcanzarme de nuevo.

C___Z_N        _LM_              T_S___           L_NZ______


De ti depende, pero yo ya no miro atrás y cada instante que transcurre estoy más cerca del futuro.

Hola, presente.

¿Llegas tarde? ¿Llegas tarde? ¿Llegas tarde?