domingo, 1 de agosto de 2010

La mujer del vestido verde.

Visto un largo vestido verde y llevo zapatos de tacón, pero paso desapercibida para las personas. Me veo reflejada en el espejo, y eso es lo que describo, la apariencia que me ha tocado llevar hoy. Hoy soy mujer, aunque mi trabajo sigue siendo el mismo que ayer.

Guardo almas, a eso me dedico.

No las llevo al cielo ni al infierno, no me encargo de eso, y tampoco juzgo si son buenas o malas. De hecho, no guardo almas de personas muertas, por lo que cabe la posibilidad de que tengan que volver a ser depositadas en su respectivo recipiente.

Hoy, a las 2:35 de la noche, un camión va a chocar contra una fachada a causa de una moto con un conductor borracho. El único herido será el conductor del camión, entrará en coma debido a un fuerte traumatismo craneal, y mi labor es guardar su alma hasta que salga del coma.

Tengo que quedarme observando el accidente y posteriormente actuar. De hecho, debo seguir al chico de la moto desde que se monte en ella, para corroborar la veracidad de los hechos y comprobar que todo ocurre como está escrito en el libro negro, el cual está custodiado por una especie de ciervo (o esa es la apariencia que se me quiere enseñar). Solo se me permite echarle un vistazo, ya que mi capacidad visual para memorizar textos es 10 veces más elevada que la de la media mundial. Además, mi trabajo es el de guardar almas, no el de poseer el libro negro.


Voy caminando por las frías calles lentamente, y mi vestido verde ondea a causa del viento, acariciando mi piel. Si fuese una simple caminante nocturna tendría frío. Oigo a los perros ladrar, se ve que notan mi presencia, aunque no tienen que preocuparse, pues solo guardo almas humanas.

De repente aparece el chico que en unos minutos va a causar el coma del conductor del camión, y el responsable de que esta noche me toque trabajar, y se dirige a su moto. Se le ve algo mareado. Pasa a mi lado, pero no repara en mí. Se sube a su moto y se dirige, sin imaginárselo, a borrar varios meses de la vida de un ser humano.

A los 7 minutos exactos, en un cruce de caminos, el camión gira para no chocar con la moto que se ha saltado el semáforo a toda velocidad, y acaba empotrado contra el muro más cercano, sin ser el chico de la moto consciente de ello en ningún momento de su vida.

Me acerco a la ventanilla del conductor y le veo agonizando de dolor con la cabeza ensangrentada, por lo que le susurro al oído "calma, yo estoy aquí, estás a salvo". Entonces cierra los ojos y se desmaya para no despertar hasta dentro de 16 meses. He aquí cuando empieza en sí mi trabajo.

Le tomo prestada el alma y la introduzco dentro de mí para que no sufra en ningún momento. Oígo que pide ayuda, oígo que me pide que le suelte, que tiene mujer y dos hijas a quienes alimentar. Pero es mi trabajo, y debe estar 16 meses a buen recaudo, pues su cuerpo necesita atención médica y ella atención espectral antes de poder volver a ser el contenido de su recipiente.

Ignoro las súplicas del alma, pues no es parte de mi deber compadecerme, al igual que tampoco lo es ocuparme del cuerpo, por lo que lo abandono cuando son las 2:43 de la noche.

La parte dura de mi trabajo ha llegado a su fin, ya solo queda llegar a la casa y dar reposo al alma. Me desvanezco del lugar como pena en torno a una sonrisa, y tras esto, pongo al alma en su habítaculo de redención. El resto de su proceso espiritual, escapa a mis obligaciones, así que me desentiendo.


Por último, regreso a mi hogar.

Ha sido un día de duro trabajo, pero dentro de 16 meses ese hombre estará de nuevo junto a su familia con su alma completamente purificada, y no me recordará. Yo me voy a dormir que este trabajo es agotador.

Mañana me cambiaré a un vestido azul y seguiré guardando almas.

1 comentario:

Lula dijo...

Que descanses en paz :)
Y no te cruces con Peter Griffin, que, en ese caso, él se ocuparía de tu trabajo.